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miércoles, agosto 08, 2007

FIESTAS

FIESTAS

Es agosto, a primeros de agosto, pero hace fresco. Hace casi frío por la mañana y en cuanto que se pone el sol. Caminar por la calle es ir buscando la sombra, pero sólo de vez en cuando.

El aire es seco y fino, un aire de Sierra que recuerdo de mi niñez en la carne aterida después de un baño obstinado en contra de la opinión de los mayores.

La noche nos recoge en la casa y cuando llego al lecho las sábanas frescas, el balcón cerrado, el alivio de un descanso próximo se cubre con el recuerdo del encuentro de la piel caliente que ya nunca más dormirá a mi lado.

Tengo los pies fríos y él ya no está para calentármelos entre bromas y ternura.

Ayer, la noche era noche de fiesta en un pueblo cercano. Se oía la pólvora y me traía recuerdos de muchas fiestas, de muchos veranos, de tiempos mágicos viendo los fuegos artificiales mientras las miradas y las caricias nos alejaban del mundo en medio de la gente.

Fuegos artificiales que esperaban el momento del baile, que abrían o cerraban la excepcionalidad de unos días en los que se trasnochaba, en los que todo quedaba interrumpido para centrarse en lo más íntimo arropado por una celebración que eran, de suyo, multitudinaria.

Ayer, la noche dejó paso a una madrugada de música lejana, traída intermitentemente por el viento. Por una vez no interrumpía el dormir, sino que me acompañaba en la duermevela de la soledad de la alcoba.