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sábado, febrero 02, 2008

LAS HORAS VACÍAS

Cuando el dolor agudo pasa nos queda la distancia del adormecimiento, ese terreno de una grisura infinita que es capaz de sumergirnos en las peores pesadillas.

Es el piélago que puede atraparnos sin remedio; la medicina que nos llevará a una insensibilidad que oculta siempre la cara de la muerte.

Es la pérdida total que se anuncia, y en la que nos entregamos y lo entregamos todo buscando un alivio mil veces peor que el dolor mismo.

Horas vacías de las madrugadas no dormidas.