Apuntes de madrugada

Nombre:

Escritora

sábado, septiembre 08, 2007

EL PÉTALO ROTO



El Hirschberger, el texto que tuvimos en Historia de la Filosofía, ha ido y venido conmigo durante cuarenta y seis años. Ha estado en todas mis casas. Sus dos tomos, muy bien encuadernados en tela, han resistido todas las mudanzas, todas las limpiezas, años de consultas y es seguro que me sobrevivirán.
Hacía tiempo que no lo había cogido más que para limpiarle el polvo. Unos diez años, justo desde que dejé de dar clases de Filosofía. Subrayado, anotado en los márgenes, dispuesto siempre para esa síntesis esclarecedora que lo mismo ayuda a dar una clase que proporciona una cita para una conferencia, el libro seguía en un lugar preferente, al alcance de la mano.
He vuelto a él porque buscaba a Kant ¡Gran Kant! ¡Enorme Kant! Demasiado para ir directamente a su Estética, que es lo que necesitaba.
Una consulta rutinaria.
Tomo II
Abrir el Índice. Buscar.
Ir al encuentro de la página.

Entre dos hojas de “La Crítica de la Razón Pura”, el encuentro.
Entre las dos primeras hojas que reseñan el tratado había un pétalo de rosa roto. Fue un pétalo rojo, sin duda, de una rosa olorosa y tersa.
¿Cuántos años llevaba allí?
¿Cuándo metí yo pétalos de rosa entre las hojas del Hirschberger?
Un pétalo oscuro, transparente ya, con los nervios perfectamente dibujados.
Lo cogí suavemente, lo olí y ya no olía. Fue un reflejo. Sabía que no guardaría nada de su perfume, ni siquiera ese olor vegetal que es el rastro último que dejan las flores olorosas cuando envejecen entre las hojas de un libro.
No podía creerlo: ¡el pétalo de una rosa roja en el Hirschberger!
Si lo hubiera encontrado en una obra de Lope, o de Quevedo, en un antiguo libro de Literatura o en un viejo cuaderno de relatos no me habría sorprendido.
No sólo lo había metido allí, sino que en algún momento lo tuve en la mano y se me rompió. No lo tiré – que hubiera sido lo normal – sino que guardé lo que quedaba algo menos de medio pétalo con cuidado, tan cuidadosamente que a pesar de las veces que durante mis años de profesor de Filosofía fui una y otra vez a esas páginas ni se cayó ni no lo había visto.
¡Tengo que recordar cuándo lo cogí, dónde, por qué lo guardé, por qué sólo guardé ese!
¿Lo cogí o me lo dieron? ¿Me dieron sólo ese pétalo o es el recuerdo una rosa distinta de todas las rosas?

Mis noches de insomnio seguirán esos rastros.