Apuntes de madrugada

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Escritora

miércoles, noviembre 21, 2007

RASTROS

¡Cuántos rastros deja el ser amado cuando se va!

Son otros tantos conjuros contra el olvido, otras tantas penas a revivir en la nostalgia incurable, en el sentimiento del abandono definitivo.

No se puede recordar todo de una vez. Es imposible caminar sin un descanso por ese desierto erizado de púas que se esconde en cada cajón, en cada rincón del armario, en cada sobre que se abre, en cada papel sobre el que se posa la mirad.

Todo carece ya de valor cuando nos vamos: bolsas y bolsas de basura llenas de lo que fue importante. Horas y horas que fueron una vida, reducidas a material para reciclaje.
Todo sería un poco más fácil si no fuera porque hay que mirarlo, que tocarlo, que sentirlo: cosa a cosa, papel a papel, recuerdo a recuerdo.


Alegrías que la ausencia ha convertido en tristezas.

Recuerdos y más recuerdos de un pasado en el que nos zambullimos una y otra vez con las heridas aún abiertas y el corazón destrozado.

jueves, noviembre 15, 2007

LIMELIGHT

Suena Mantovani: Limelight.

Hasta hace poco esa música me hacía llorar. Cualquier música de las que mueven el alma podía hacerme llorar.

Hoy, me trae la melancolía de un pasado, de un tiempo que, con mejores o peores momentos, era vivido, sin embargo, como ajustado, como completo, como algo muy cercano a la felicidad aunque sólo fuera porque en él estaba aún la luz, la vida tenue que iba apagándose, que se apagaría del todo.

Esa música es melancólica. Lo es para mí. Creo que para cualquiera que haya visto cerrarse para siempre unos ojos queridos. Yo, ahora, al oírla, cierro los míos y me dejo sentir.

Puedo hacerlo. Soy ya capaz de hacerlo.

La melodía me lleva lejos, a un lugar impreciso hecho sólo de sentimientos dulces, evanescentes, indistintos, formando un continuo que no necesita nada más para ser la vida misma cuando deja que la vivamos, cuando no ha decidido que haya que lucharla, que pelear por todo, que hacer un esfuerzo sobrehumano para que el dolor o la angustia no nos consuma.


¡¡Limelight!!

¡Qué dulzura!

¡Qué triste dulzura! ¡Qué entrega! ¡Qué suave distancia!

viernes, noviembre 09, 2007

HUÍDA

Los días son como pasos que nos alejan. Uno tras otro, deslizándose casi sin que nos demos cuenta, agrandan la distancia entre nuestra vida y lo que va quedando de ella.

El andar ajetreado de los días se remansa en las noches. Se remansa y se olvidan los lugares transitados, los afanes que parecían ser importantes, las conversaciones que ocupaban el tiempo y se diría que llegaban hasta el alma misma, pero que con la última luz que se apaga nos van dejando. Sus rastros quedan borrados y la vida, lo que va siendo la vida, se abre paso en la calma, en el silencio, en el abandono del cuerpo vencido por el cansancio de la huída del día.

Un poco de lectura, una búsqueda del sueño en los ojos que escuecen, que quieren cerrarse, que se cierran en cuanto que apago la lámpara.

El alma, despierta, liberada de toda tarea que no sea su encuentro con el duelo que la ocupa, camina ensimismada en su dolor hasta que la vence la madrugada.